jueves, 14 de mayo de 2015

AUNQUE ME CUESTE LA VIDA...

Por: Octavio Huachani Sánchez
NR: Esta historia me hizo llorar a lágrima viva, no tengo empacho en admitirlo. Bien escrita, con sentimiento y enjundia. La comparto con autorización de su autor, mi amigo el periodista Octavio Huachani, narrador de polendas. Merece un marco por todos los temas que trata en pocas líneas...la soledad en la ancianidad, el abandono de los hijos preocupados por los negocios, la incomprensión...y un amor que rompe todas las barreras y que cuando llega, cuando sea, lava el alma y la purifica. (Javier Alejandro Ramos)

“(...) sigo pensando en tu amor y lo seguiré haciendo mientras continúe con vida, esta vida que ya no es mía porque te pertenece. Solo te pido un poco de paciencia. Pronto, antes de lo que imaginas, llegará el día que nos volvamos a encontrar y esta vez será para siempre. Te lo juro. Ya hablé con mis abogados al respecto. No te preocupes por mí, estoy bien. Te pido por favor que te cuides, abrígate por las noches que ya hace frío. Toma tus alimentos y los remedios que te indiquen los médicos y no fumes....Ah! Tampoco hagas más locuras como la de la otra noche. Escuché la canción que me enviaste. Linda, muy linda. Te quiero. Tuya, Patty”. 

Antes de levantarse, Patricia enjugó las lágrimas que se deslizaban por su bien cuidado rostro. Luego llamó a la enfermera encargada del cuidado de Raúl y le pidió que le llevara el sobre que contenía un USB.

Cuando a través de su ventana pudo observar que la dama de blanco abordaba el autobús que la llevaría de vuelta a la Casa Hogar Canevaro ubicado al otro extremo de la ciudad, volvió a sacar del bolsillo de su blusa el USB que le había enviado su amado. 

Prendió su equipo y por tercera vez volvió a escuchar la trémula voz de Raúl: “Son las seis de la tarde y el día languidece como se abate mi vida sin ti. Siento frío, pero no el frío del invierno, sino el frío de tu ausencia que es el peor de los fríos. Mis manos extrañan las tuyas y mis oídos añoran el calor de tus palabras, Sé que soy egoísta al hablarte solo de mis pesares y no preguntar por los tuyos. Que los tienes y muchos. Y todo por mi culpa. Porque aunque te advertí que era una locura y que lo pensaras mejor, creo que debí oponerme con mayor firmeza. Pero desde el fondo de mi ser yo también deseaba casarme contigo. Casarnos y vivir juntos toda la vida. Pero ya ves...ahora estamos más lejos y más tristes que antes de conocernos. Pero como dices: algún día nos volveremos a unir y esta vez será para siempre. Aquí o allá, pero para siempre...bueno amor, ya es tarde y debo acostarme pero como todas las noches, antes de dormir toco y beso tu retrato. Te amo...Raúl”.

PATRICIA WISE LÓPEZ DE ROMAÑA, pertenecía a una acaudalada familia venida a menos. En la última década la mayoría de sus empresas habían quebrado y del Banco no quedaba ni el nombre. Coincidentemente por esos años sus hijos y los de sus hermanos habían asumido la conducción de los negocios. Supuestamente venían con ideas modernas, renovadoras, audaces pero sobre todo exitosas. Además sus doctorados y maestrías en Stanford y Harvard avalaban sus palabras.


FUE ENTONCES cuando, alejada de los negocios, Patty decidió invertir su tiempo en obras sociales y para ello fundó una institución de asistencia a personas de la tercera edad en situación de indigencia. Acompañada de voluntarias visitó decenas de asilos y hospitales llevando no solo palabras de aliento sino también víveres, medicinas y ropas. Además, en casos de emergencia los acompañaban en su lecho de dolor. La labor de Patty pronto fue conocida y reconocida. Recibió numerosas distinciones por su abnegada labor social. Su contacto permanente con los ancianos le permitió descubrir que ellos no solo necesitaban asistencia sino que demostraban muchas ganas de aprender pero sobre todo de disfrutar cada día. Entonces organizó escuelas y talleres. Los fines de semana estaban destinados a paseos y visitas a distintos lugares de la ciudad. En verano los llevaba de campamento a la playa.

FUE ASÍ QUE UN DÍA DE AGOSTO decidió celebrar el Día del Adulto Mayor a todo dar. Para ello organizó una gran fiesta en el asilo más grande de Lima: El Hogar Canevaro, que alberga a casi un millar de ancianos de toda condición social y económica. A la ceremonia asistieron ministros, congresistas, empresarios, el alcalde de Lima y representantes de diferentes embajadas. También consagrados artistas especialmente invitados. El programa incluía la actuación de algunos internos del geriátrico. Y fue precisamente cuando se anunciaba la presentación de un interno intérprete de la vieja trova cubana, sonó el teléfono móvil de Patty que la obligó a abandonar el salón. Minutos después, cuando retornaba al salón Patty escuchó una potente voz varonil que la hizo estremecerse. era una voz bronca y melodiosa a la vez, la que en ese momento entonaba con gran sentimiento un hermoso bolero son. Ella en un acto reflejo llevó sus manos al pecho y empezó a canturrear: Aunque me cueste la vida / sigo buscando tu amor / te sigo amando / voy preguntando / donde poderte encontrar...” 

Los aplausos que premiaban al interprete la hicieron volver a su papel de anfitriona. Con paso ligero se dirigió a la mesa de honor y mientras aplaudía sus ojos buscaron al cantante. Si, allí estaba él: Vestía camisa azul floreada, pantalón crema y llevaba lentes oscuros. Por minutos, que se hacían eternos, el trovador permaneció inmóvil en medio del escenario hasta que una enfermera se acercó y tomándolo de un brazo lo sentó en una de las sillas. Cuando culminó el evento Patty preguntó por él. Se llama Raúl Ayres y es un cantante que por años interpretó canciones cubanas antiguas, es ciego y está internado desde hace dos años, no tiene familia y no recibe visitas, tampoco puede movilizarse y vive en el pabellón de los indigentes, le informaron. 

A PARTIR DE ESE DÍA las visitas de Patty al Hogar Canevaro se hicieron frecuentes. Pero no encontraba un modo de ayudarlo sin despertar sospechas. Para no evidenciar su intención, compró varias sillas de ruedas que regaló entre los ancianos discapacitados. Una de ellas fue para Raúl que agradecido tomó y besó sus manos. Otra vez su cuerpo sintió aquel extraño estremecimiento. En los siguientes días se preocupó en acondicionar su cuarto para que gozara de todas las comodidades posibles y hasta le obsequió un moderno equipo musical con discos de música antigua que muchas veces escuchaban y cantaban juntos. Desde entonces para los residentes de Canevaro se hizo común ver por todas las tardes a Patty paseándolo en su silla de ruedas o caminando del brazo de Raúl. Un Raúl que ahora lucía rejuvenecido y, a diferencia de antes, ansioso por continuar viviendo. Por su parte, ella desbordaba de felicidad. El amor se hacía evidente en el rostro de ambos. 


POR ESOS MESES las empresas de su familia ya mostraban dificultades financieras. Los embargos a las propiedades de la familia eran frecuentes y hasta la casa que habitada Patty fue rematada. Fue entonces cuando sus hijos le pidieron que, por unos meses, hasta que se solucionaran los problemas financieros, se alojara en una Casa de Reposo pero de primera categoría como correspondía a una mujer de su estirpe. Patty los escuchó en silenció. “Está bien, acepto pero con la condición que sea yo quien escoja el lugar donde me alojaré”, les respondió con firmeza. Fue así como Patty llegó, ahora como residente, al Hogar Canevaro. Y, con todo el tiempo del mundo a su disposición empezó a compartir primero soledades luego sueños con Raúl, para terminar sellando ese amor con un matrimonio secreto, casi clandestino pero sincero, muy sincero. Cuando sus hijos se enteraron de la boda la sacaron del geriátrico y la internaron en una clínica siquiátrica y aduciendo demencia senil la aislaron de todo contacto. “Ese tipo solo quiere adueñarse de tu dinero...No te das cuenta porque estás loca...”, le recriminaban.

RAÚL AYRES era un conocido intérprete de la vieja trova cubana. Nunca hizo fortuna, solo amigos. Poseía una voz bronca que hacía que sus canciones sonaran con mucho sentimiento. Dueño de la nocturnidad disfrutó de muchos romances de una sola noche. Nunca se casó ni tuvo hijos. Cuando le detectaron que sufría de catarata en los ojos, no le dio mayor importancia. Pero los años y los excesos terminaron por pasarle la factura. Cuando quiso operarse ya era tarde. Fue así como llegó a Canevaro. Viejo y sin recursos no le quedó más remedio que ocupar una de las habitaciones destinadas a los indigentes. Como todo equipaje traía consigo viejos discos y álbumes que contenían recortes de periódicos que hablaban de sus éxitos artísticos. También guardaba celosamente una vieja libreta que contenía los teléfonos de sus amigos. Amigos que nunca lo visitarían. Esta situación de abandono hizo que se mostrara amargado y huidizo. Siempre estaba solo. Muchas veces no salía de su habitación

A SEIS MESES de la separación, ambos fueron víctimas de la depresión. Tanto el organismo de Patty como el de Raúl mostraban signos de evidente deterioro. La salud de ella no era de las mejores pero Raúl era el más afectado. El asma que lo acompañaba desde hace años recrudeció de tal manera que tuvieron que empezar a administrarle oxígeno. Pese a ello estaba decidido a acercarse a ella para demostrarle su amor de la única manera que sabía: cantando. Así fue que acompañado de su fiel guitarra llegó hasta una de las ventanas de la clínica, y pese a la sorpresiva lluvia torrencial, empezó a cantar con todas sus fuerzas: Aunque vayas donde vayas / al fin del mundo / yo iré / te sigo amando / voy preguntando / donde poderte encontrar... 

Al concluir la canción, Patty observó desde su ventana como la enfermera abrigaba a Raúl con una cobija mientras algunos ancianos amigos, ayudaban a subir a Raúl a la destartalada camioneta de Canevaro. El ahora demacrado rostro de Patty lucía completamente mojado, como si hubiera permanecido bajo la lluvia mientras Raúl cantaba. 

ASÍ TRANSCURRIERON las semanas hasta que Patty se enteró que Raúl se encontraba en estado de coma. Entonces suplicó para estar al lado de su amado. Pero sus intentos resultaron vanos. Fueron numerosas las negativas que recibió. Finalmente, se sorprendió cuando sus hijos llegaron a acceder. Ellos ya estaban enterados del deceso del bardo.

Con paso lento, casi trastabillando Patty entró a la sala de velatorios de Canevaro. Vestía un conjunto de dos piezas de color negro que hacía más notoria la palidez de su rostro. Se acercó al ataúd y sacándose los lentes oscuros, pidió que lo abrieran. Luego se quitó los guantes y con gesto amoroso, empezó a acariciar el rostro de su amado. Todos la observaban en absoluto silencio. Nadie se atrevía a moverse. No deseaban romper la magia de ese momento tan especial. Y precisamente ese silencio hizo que la voz de Patty se escuchara tan potente como desgarradora: “Aunque vayas donde vayas / al fin del mundo yo iré / te sigo amando / voy preguntando / donde poderte encontrar”...se le oyó cantar mientras se aferraba al féretro.

TRES MESES DESPUES Patricia Wise López de Romaña agonizaba en una clínica local. Antes de fallecer hizo que sus hijos le juraran que la enterrarían al lado de su amado Raúl. En la lápida que une las dos tumbas aún puede leerse. “Aunque nos costó la vida / nos seguimos amando”

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