(N.R) Como hiciéramos el mes pasado con el periodista y escritor Octavio Huachani, abrimos nuevamente nuestro blog a la colaboración de amigos y colegas que tengan a bien enviarnos sus artículos. Este es el primero de, esperamos, una larga participación de Diana.
Por: Diana de la Serna Cárdenas
Rabona es como se conoce en Bolivia y Perú a la mujer que solía acompañar a
los soldados de infantería en las marchas y campañas militares del siglo XIX. Su nombre deriva del hecho de que
generalmente marchaba en la cola de las columnas y aunque también se le conocía
como cantinera, el término original
era el más extendido.
Al darse el alto, las rabonas preparaban la comida y atendían a sus maridos o parejas, reparando los uniformes y realizando otras tareas domésticas, que en esa época incluso podían considerarse de logística.
El origen de la rabona se remonta al ejército realista peruano de la guerra de independencia, donde los oficiales permitían que las mujeres de los reclutas, generalmente indígenas y mestizos de la Sierra, les acompañaran en campaña incluso con sus pequeños hijos a cuestas para de esta manera evitar la desmoralización y deserción de la tropa durante los primeros meses del adiestramiento. Con el tiempo muchas de ellas terminaban formando parte integrante del batallón y no era inusual que caído su hombre en combate le prodigaran los primeros auxilios o asistieran en su agonía llegando a tomar incluso el rifle de aquel para continuar combatiendo. Los hijos nacidos o criados en campaña solían pasar el resto de su vida ligados a la milicia incorporándose como tamborileros desde la niñez o como soldados desde la adolescencia.
El origen de la rabona se remonta al ejército realista peruano de la guerra de independencia, donde los oficiales permitían que las mujeres de los reclutas, generalmente indígenas y mestizos de la Sierra, les acompañaran en campaña incluso con sus pequeños hijos a cuestas para de esta manera evitar la desmoralización y deserción de la tropa durante los primeros meses del adiestramiento. Con el tiempo muchas de ellas terminaban formando parte integrante del batallón y no era inusual que caído su hombre en combate le prodigaran los primeros auxilios o asistieran en su agonía llegando a tomar incluso el rifle de aquel para continuar combatiendo. Los hijos nacidos o criados en campaña solían pasar el resto de su vida ligados a la milicia incorporándose como tamborileros desde la niñez o como soldados desde la adolescencia.
La escritora francesa Flora Tristán en su obra Peregrinaciones de una paria, que narra entre otras cosas los sucesos de la guerra civil peruana de 1833-1834, las llama las Vivandières de la América del Sur, término utilizado en la Francia Napoleónica para referirse a las mujeres que acompañaban al ejército francés como cantineras o vendedoras de provisiones, aunque las características propias de las rabonas eran diferentes como refiere sorprendida la misma Flora Tristán:
“Las rabonas están armadas. Cargan sobre mulas las marmitas, las tiendas y en fin todo el bagaje. Arrastran en su séquito a una multitud de niños de toda edad. Hacen partir a sus mulas al trote, las siguen corriendo, trepan así las altas montañas cubiertas de nieve y atraviesan los ríos a nado llevando uno y a veces dos hijos a sus espaldas. Cuando llegan al lugar que se les ha asignado se ocupan primero en escoger el mejor sitio para acampar. Enseguida descargan las mulas, arman las tiendas, amamantan y acuestan a los niños, encienden los fuegos y cocinan. Si no están muy alejadas de un sitio habitado van en destacamento en busca de provisiones. Se arrojan sobre el pueblo como bestias hambrientas y piden a los habitantes víveres para el ejército. Cuando los dan con buena voluntad no hacen daño alguno, pero cuando se les resiste se baten como leonas y con valor salvaje triunfan siempre de la resistencia...Estas mujeres proveen a las necesidades del soldado, lavan y componen sus vestidos...Viven con los soldados, comen con ellos, se detienen donde ellos acampan, están expuestas a los mismos peligros y soportan aún mayores fatigas...Cuando se piensa en que, además de llevar esta vida de penurias y peligros cumplen los deberes de la maternidad, se admira uno de lo que puedan resistir.
Aunque al iniciarse el combate eran generalmente enviadas a retaguardia para colaborar con los servicios de ambulancia, algunas llegaban a tomar parte en las acciones y por sus méritos militares eran promovidas en el mismo campo de batalla e incluso se hacían merecedoras de una pensión militar como cualquier veterano si es que resultaban heridas. Tal fue el caso de María Olinda Reyes —rabona pierolista conocida entre la tropa como Marta, quien participó en la guerra con Chile y la guerra civil de 1895, donde alcanzó el grado de capitana obteniendo perdurable fama en el ejército—, quien es recordada en una marinera: muchachos vamos a Lima que viene la montonera, con Felipe Santiago Oré y Marta la cantinera"
Aunque al iniciarse el combate eran generalmente enviadas a retaguardia para colaborar con los servicios de ambulancia, algunas llegaban a tomar parte en las acciones y por sus méritos militares eran promovidas en el mismo campo de batalla e incluso se hacían merecedoras de una pensión militar como cualquier veterano si es que resultaban heridas. Tal fue el caso de María Olinda Reyes —rabona pierolista conocida entre la tropa como Marta, quien participó en la guerra con Chile y la guerra civil de 1895, donde alcanzó el grado de capitana obteniendo perdurable fama en el ejército—, quien es recordada en una marinera: muchachos vamos a Lima que viene la montonera, con Felipe Santiago Oré y Marta la cantinera"
wow, excelente, muchas gracias!
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