Hoy se celebra el Día del Maestro en nuestro país. Celebrar es una palabra que implica alegría, homenaje, reconocimiento. Pese a que hay muy poco que festejar, dada la situación por la que atraviesa la educación peruana, deseo dedicar unas líneas para saludar a mis familiares y amigos(as) que escogieron la noble tarea de servir de modelo a generaciones de niños y jóvenes desde las aulas, en especial a mi madre, María Cleofé Ríos.
Eran las 11 de la noche, y mientras nosotros ya dormíamos, ella seguía trabajando en las máquinas de coser y tejer, para que no nos faltaran cosas, y también para cristalizar su sueño. Ser Maestra. Y lo logró, ya encaminados en nuestros estudios superiores mis hermanos y yo, y ella casi en la cuarentena de su vida, empezó a estudiar Pedagogía y Educación, se graduó, dictó clases durante dos décadas en diversos centros de estudios, llegó a ser Directora de varios al pasar los años, y se jubiló, satisfecha de lo conseguido por su propio esfuerzo, y rodeada del cariño de sus incontables discípulas y colegas.
Grandes ejemplos de sabiduría, desprendimiento, impecable preparación incluso autodidacta muchas veces para compartir conocimientos, fueron mis profesores del Colegio "San Luis" Maristas de Barranco: Aniano Diez, José María Mimbela, Carlos García, los hermanos Cortez, Luis Vera, Tito Munive, Elio Rojas, César Serna y muchos más, así como maestros universitarios de la U. San Martín, con muchos de los cuales me une ahora una estrecha amistad y respeto como colegas.
Cuando hablo con maestros no dejo de admirar el orgullo que sienten por haber abrazado esa vocación. Reconocen no ser pagados adecuadamente, arcaicas currículas, problemas de metodología e infraestructura, politización extrema de su representación sindical, y una serie de vacíos y carencias que desanimarían a cualquiera que no tenga fortaleza o verdadero amor por sus semejantes.
Sin embargo, es conmovedor cómo se refieren a sus alumnos o ex alumnos, algunos personajes importantes con el tiempo, y sacan el pecho expresando que fueron quienes les enseñaron a construir adecuadamente una oración, o a desarrollar sus capacidades para los números comenzando por las más simples operaciones aritméticas.
Un maestro no es un ser frío y distante, que imparte una monocorde retahila de conceptos. No es un burócrata. Un educador es un guía que adentra a niños y jóvenes en las entrañas de la vida, que cual follaje se va abriendo para hacernos descubrir un mundo nuevo, para el que debemos prepararnos. El maestro de verdad conoce a sus alumnos, estudia sus habilidades y sus deficiencias, lo insta a ser mejor, lo apoya con devoción en el camino de su evolución.
Vaya, pues, mi sincero saludo a quienes optaron por esa digna y noble tarea de educar. Y con mi homenaje, mi eterna gratitud.
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