Por: Javier Alejandro Ramos
Hoy, 31 de Marzo, se conmemora el natalicio de un importante
referente de las letras mundiales, el escritor, poeta y diplomático mexicano
Octavio Paz, ganador del Premio Nobel de Literatura, entregado durante toda su vida a causas
políticas muchas veces polémicas, y a crear un estilo propio en sus obras, que
los peritos han dado en calificar de “inconformismo surrealista” con algo de esoterismo.
Paz nació en plena Revolución Mexicana y fue hijo de un
asistente y abogado de Emiliano Zapata. Su educación comenzó en España, donde
su progenitor cumplía encargos de su jefe. Por propia cuenta, en ese país se
alistó con los republicanos durante la guerra civil. Su antifascismo tuvo límites
sin embargo, denunciando maltratos a obreros marxistas, y más adelante, durante
la Segunda Guerra Mundial, a los campos de concentración de Stalin.
Como diplomático de su país, prestó servicios en las
embajadas de la India y Japón, y luego colaboró con sucesivos gobiernos, muy
criticados, en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Su obra literaria fue prolífica y estuvo llena de múltiples
facetas. Fundador de varias revistas, destacó tanto en el ensayo como en la
poesía, aunque en opinión de algunos críticos, “es más conocido que leído”, ya
que los versos son un género al que se acercan minorías, y siendo los de paz
tan profundos, son en verdad pocos los que gozan de ellos.
El común de los lectores, especialmente la juventud, tienen
una deuda pendiente con Octavio Paz. En su propio país, desangrado por
asesinatos de cárteles de la droga, corrupción gubernamental, violencia urbana,
y excesiva militarización, muy poca gente lee poesía, y cabe preguntarse como
indicó su amigo Homero Aridjis, si un escritor que nació hace 100 años puede
continuar vigente al no tener que competir sólo con sus contemporáneos sino con
grandes leyendas también ya fallecidas.
El pensamiento y la filosofía de Paz pueden ser comprendidos
gracias a algunas de sus más importantes obras: Sus ensayos El Laberinto de la
Soledad (1950), Las Trampas de la Fe (1982), El Ogro Filantrópico (1978), La
Llama Doble (1993)y Los Hijos del Limo (1974), así como sus poemarios Libertad bajo Palabras (1960), Pasado en
Claro (1975), La Centena (1969) y El Fuego de cada Día (1989).
Su obra, al decir del escritor Sergio Rodríguez Gonzales, es
una síntesis de las culturas hispana y precolombina, reflexiva y de largo
aliento, que aborda la historia y la metafísica.
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